Siguiendo con la idea de camino.
El profesor Ángel Barahona en una charla sobre peregrinación dijo que es inconcebible la peregrinación en solitario, se tiende a hacer comunidad mientras andamos.
¿Inconcebible?
Está claro que el ser humano es un ser sociable que siempre busca compañía de sus semejantes. ¿Por qué?
Una opción sería por su naturaleza egoísta en la que sobrevivir, avanzar, es la máxima a seguir. No importa cómo conseguirla, por ello la necesidad de compañía para sacar provecho sin importar las consecuencias.
Y la otra por su naturaleza bondadosa, nos agrupamos para compartir compañía, conocimientos, experiencias…
A mí me gusta pensar que nos agrupamos por bondad. Todos caminamos juntos, pero no por interés egoísta. Conocemos personas y nos relacionamos con ellas más o menos dependiendo del tiempo que compartamos y tanto en cuanto coincidan con nuestra persona.
Esos momentos con otras personas nos hacen disfrutar del camino, nos hacen ver las cosas de otra forma distinta a la nuestra, abriéndonos la mente. Pero por lo general, la gente que nos acompaña no siempre va a caminar con nosotros. Se van y vienen, quizás sea porque se llevan distintas velocidades. Pero la cuestión es que muchas veces pasa algo ya sea por una, por otra o por las dos partes y nuestro compañero de viaje toma otro sendero y a veces sientes que te abandonan sin saber el porqué.
Todos estos roces afectan a nuestra persona y son parte de las experiencias que tenemos que tomarlas para hacernos más fuertes.
Volviendo a la pregunta inicial. Nunca andamos solos aunque esa compañía no sea constante. Caminar solo es más bien un concepto interior que solo depende de nosotros mismos, de nuestra actitud. Algunas veces la sensación de soledad viene sin quererlo, seguramente en una de esas idas y venidas de compañeros y otras veces se puede buscar, queriendo un momento de intimidad o de reflexión.
Estamos rodeados constantemente de compañeros de viaje, pero la única constante somos nosotros mismos.
Estamos rodeados constantemente de compañeros de viaje, pero la única constante somos nosotros mismos.
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